martes, 8 de enero de 2013

Compromiso social de los servidores judiciales


Por José Ramón Narváez Hernández



Hablamos de un cambio de chip. Por muchos años la empleomanía llevó a pensar a algunas personas que un cargo público era un privilegio que debía gozarse. Hablar de compromiso significa como la propia etimología lo apunta, hablar de cargas, obligaciones y promesas que deben ser cumplidas.

El servicio público es de origen compromiso liso y llano, sin embargo vamos a dar unos argumentos extras, algunos ejemplos y planteamientos prácticos para contextualizar la necesidad de fomentar este compromiso.

Binomio poder-compromiso

Todo acto público presupone el ejercicio de un poder, incluso en términos jurídicos, como un mandato por el cual todo servidor público debe hacer lo que le está ordenado por la sociedad, no es sólo un compromiso moral, político o social, sino que tiene implicaciones jurídicas y cuya omisión o ejercicio deficiente puede llevar a determinadas sanciones. De ese modo podríamos decir junto con el tío Ben a su nieto Peter Parker quien se convertirá en el poderoso Hombre Araña, en la versión cinematográfica de Sami Raimi (2002): “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad” y es así, a mayor poder debería haber más compromiso.

La hipoteca social

Toda comunidad política tiene como presupuesto un ordenamiento que persigue como fin último la justicia, la cual debiera darse en las relaciones de uno a uno (justicia conmutativa) y de cada uno de los miembros respecto de la comunidad (justicia distributiva), de ese modo el vivir dentro de una comunidad supone un compromiso social, pero además resulta que por las diferentes historias de vida, la aspiración a la igualdad y la libertad debe ajustarse a una realidad en la que las diferentes oportunidades nos colocan en diferentes estratos sociales, culturales y económicos, sin embargo, esas oportunidades se dieron a costa de algo, los que logran acceder a estudios superiores lo hacen porque otros tienen que trabajar manualmente para producir la ropa y alimento que los otros utilizarán, y aunque cada uno gana según su aportación manual, técnica o intelectual, en una relación de justicia aritmética, también es cierto que para sustentar a la sociedad pesa sobre los que más ganan o más oportunidades han tenido, una hipoteca social, es decir, la comunidad política espera algún día recibir el beneficio de ese sacrificio que se hizo en lo colectivo y esto es de justicia social.

El compromiso social no se agota donando a la Cruz Roja

El compromiso social como todos los principios éticos, no se agota en unos cuantos actos, se trata de una actitud, de una regla de vida que debe estar presente en la toma de decisiones. No basta donar a unas cuantas instituciones o dar limosna por la calle, se trata de una mentalidad que lleve en todo momento a plantearse si cada uno de nuestros actos redunda en una justicia colectiva tangible. Ciertamente la cultura consumista e individualista nos obliga a pensar que “cada uno debe velar por sus intereses”, pero esta la atomización que impide lograr una vida pública sana, pues no existe en nuestra cultura una conciencia social, que lleve por una lado a apoyar a otros en una situación más desventajosa que la nuestra supliendo totalmente (subsidiariedad) o parcialmente (solidaridad) sus carencias. La clave es, diríamos, pensarse siempre como miembro de una colectividad y el que cada acto singular hace más justa o injusta la vida comunitaria de una sociedad.

Pongamos un ejemplo concreto:

¿Qué tipo de automóvil tengo?, ¿cuál es la razón por la que elegí esa marca y ese modelo?

Muchas veces adquirimos vehículos que hemos elegido por los supuestos beneficios que el vendedor nos ha ofrecido, somos presa fácil de la mercadotecnia: de ese modo hemos llegado a extremos de adquirir automóviles para terrenos difíciles pensando en una supuesta seguridad personal o para sentirnos más salvajes o libres ¿?. Peor aún,  otros compran un estatus social, pensando que el coche les da un significado a su existencia, los infelices, miserables e ignorantes peatones deberían permitir el paso al progreso, tiene automóvil quien pudo comprarlo, los otros por perezosos o tontos no lo tienen y frenan el avance social.

Un automóvil modesto y necesario para el traslado sería suficiente, hay quien sin embargo, es amante de los coches y hace ciertos sacrificios para comprar aquel que desea, pero muchos, muchísimos otros no podrán hacerlo, el compromiso social no supone regalarles coches a los demás, pero lleva a pensar si no sería posible hacer rondas, llevar de vez en cuando en el auto a algún conocido que no lo tiene, implicaría pensar si la misma ruta no puede realizarse en transporte público, etc. De todos modos, si se sigue pensando que el cargo es una especie de distinción honorífica entonces se necesitará no sólo un automóvil lujoso con chofer sino incluso una alfombra roja para el descenso.

Ciertamente en este planteamiento aparece otra cara del compromiso social que es la conciencia ecológica, no es sustentable el estilo de vida que tenemos, son demasiados automóviles que contaminan y tornan la vida urbana intolerable.

El mutualismo

Otro ejemplo clásico que materializa el compromiso social es la mutualidad, corporaciones y grupos sociales crean instituciones para solventar las necesidades de los más necesitados, de manera preventiva, es la base de lo que hoy se conoce como seguridad social. Y como finalmente se trata de una cuestión de ética y por tanto de prudencia, cada uno sabrá en qué medida puede apoyar a otros en lo económico o en lo personal, dentro y fuera del área de trabajo, algún préstamo para que alguien solvente una urgencia, apoyar a alguien con alguna necesidad específica, traerle algo de comer cuando no puede salir por la carga de trabajo, ayudarle a cambiar el neumático a una persona con dicho problema, etc. Insistimos, se trata de una actitud, las formas de ayudar a otros pueden multiplicarse al igual que los pretextos para no hacerlo.

El compromiso social en la función judicial dura

Quizá el tema más complejo respecto del compromiso social como principio de la ética judicial es el cómo actualizarlo a través de las decisiones judiciales. Es claro que un juez tiene mayor responsabilidad social en tanto que sus decisiones materializan la justicia, pero no sólo en el caso que le ocupa que sería la justicia conmutativa, sino que esa decisión incide necesariamente en el orden jurídico haciéndolo más o menos justo, aportando o demeritando la justicia social, pero nuevamente aquí se trata de un cambio de actitud, si toda persona involucrada en la toma de decisiones judiciales tiene presente que existe su trabajo repercute siempre en los social entonces tendría que introducir en sus razonamientos criterios que le hicieran responder a ese compromiso social, y social no significa con la institución para la que trabaja, ni si quiera por razones de Estado, o para sustentar un tipo de gobierno, se trata de consideraciones que favorezcan a la mayoría y aun mejor a los más necesitados, consideraciones que lleven a fomentar en lo material o en lo performativo un mayor equilibrio entre los miembros de una colectividad, se trata de una responsabilidad hermenéutica, es decir, hacerse cargo de las propias decisiones sin deslindarse ya sea porque se diga que sólo se aplica el derecho, o escudándose en una supuesta seguridad jurídica.

El compromiso social en este rubro lleva necesariamente a cuestionarse los propios prejuicios (objetividad como principio ético) pues al formar parte de una élite que ha accedido a una formación profesional, que ha tenido oportunidad de ocupar un puesto público, etc., implica ciertos condicionamientos sociales que llevan a una interpretación específica de la realidad, por eso el compromiso social como los otros principios éticos, suponen una revisión constante por cada uno de nosotros, por cierto ¿cuál es el precio actual de un kilo de tortillas?

Algunas recomendaciones literarias y cinematográficas

A propósito de nuestra pérdida de la conciencia social

Gilles Lipovetzky, La era del vacío, Anagrama, Madrid, 2008 (También puede leerse de este autor.- El crepúsculo del deber: la ética indolora de los nuevos tiempos democráticos, Anagrama, Madrid, 2008; y La felicidad paradójica, Anagrama, Madrid, 2010.)

Para el cine aconsejamos:

Amelie (Le fabuleux destin d'Amélie Poulain, Jean-Pierre Jeunet, 2001)

Una fábula donde una muchacha común y corriente se plantea el propósito de ayudar a los que la rodean, logrando hacer más amables sus vidas y en otros casos trastornándolas, pero partiendo de su compromiso social y amor por la vida y lo cotidiano.