viernes, 26 de julio de 2013

El efecto mariposa: el altruismo en nuestros días



Por Stephani Nava Alvarado
 

 
 
 
Todos los seres humanos estamos siempre en búsqueda de la felicidad, aunque es difícil determinar qué significa la Felicidad con mayúscula, pero somos conscientes de ese vacío existencial que tratamos de llenar de diversos modos, para Aristóteles esta búsqueda era una vocación hacia la ética, pues el tratar de ser más virtuosos era lo único que podía garantizarnos cierta felicidad, el estagirita comparaba al ser humano con un saco vacío que al momento de llenarse volvía a estar de nuevo vacío, más contemporáneamente Lacán asociaba esta dimensión humana al deseo, el ser humano vive deseando y su felicidad no se basa en concretar esos deseos sino en vivir acorde a sus ideales.
Sin embargo, en nuestros días el consumismo nos ha planteado una supuesta forma de obtener rápidamente felicidad, aunque esta sea efímera y superficial pero al menos es tangible, se nos dice que las cosas materiales o económicas, pueden saciar temporalmente ese vacío que sentimos, por ejemplo en nuestros cumpleaños, lo que esperamos obtener son obsequios que materializan el sentimiento de cariño que tienen las demás personas hacia nosotros, y aunque se insista tanto que el afecto no se compra, nos parece un parámetro valedero e incluso mesurable recibir esta clase de manifestaciones de cariño, estimación o aprecio, de hecho existe una frase para justificar los regalos “Es sólo un detalle”, tal vez tengan razón aquellos que opinan que “el dinero no da la felicidad pero como se le parece” pero finalmente se trata de un espejismo, y como todo espejismo puede uno entretenerse un rato o morir en él.
Otro ejemplo de nuestra búsqueda de felicidad es la compra de cosas materiales para sentirnos bien cuando hemos tenido un mal día, o simplemente para materializar deseos con sucedáneos efímeros. En el fondo sabemos que no es así, y tratamos de acallar nuestra conciencia, no nos da felicidad, es un plan mercadológico de las empresas para generarnos el deseo de comprar, para fabricarnos la necesidad hacia un producto o para ser más claros hacernos sentir parte de un grupo selectivo, necesidades creadas sólo para consumir y por ende una búsqueda de felicidad vacía que tiene como único objetivo el lucro de una empresa.
Hasta aquí podríamos decir que en cualquiera de los casos la felicidad no es la compra de un producto, ni hay ningún objeto taumatúrgico para hacernos felices, muchos menos puede decirse que seremos felices al alcanzar un estatus social u obtener fama y riqueza espontáneas.
Hablaremos en cambio de lo que para muchos es una manera infalible de alcanzar cierta felicidad, se trata del altruismo, la trillada frase de “más enriquece el dar que el recibir” no ha perdido vigencia, incluso estudios actuales revelan que las personas altruistas son más saludables y viven más años, por aquello de la obsesión actual que tenemos por la salud y una vida sustentable y no se diga del miedo a la muerte, en fin, que el valorar la vida de los demás y preocuparse por los otros es redituable.
Por otro lado está ese deseo de trascendencia que nos lleva a buscar perpetuar nuestra presencia en este mundo, este deseo también puede aprovecharse de manera positiva, todas las culturas han creído que una vida puede valorada respecto de las acciones positivas que realizó a favor de los demás, y es que no sabemos si una buena acción puede a la larga cambiar el mundo y en el contexto en el que estamos hablando, ni siquiera sería importante verificarlo fehacientemente, bastaría pensar que así como se dice  que el aleteo de una mariposa puede ocasionar un tornado en otra parte del mundo, una buena acción aun por muy pequeña pudiera desencadenar una gran acción en otro lugar o incluso en otro tiempo, y es que la cultura humana tiene este gran efecto, uno nunca sabe a que llevará el buen ejemplo, una verdadera “cadena de favores” quizá.
Deberíamos atrevernos hoy a realizar una buena acción por alguien, aun si fuéramos calculadores esa buena acción podría algún día retornar, algunos lo llaman “karma”, pero es simplemente una cuestión de sentido común, el pensar en lo demás necesariamente disminuye el pensar el uno mismo y eso ya tiene un efecto positivo porque nos lleva a dejar nuestro ensimismamiento, egoísmo e individualismo que nos genera en principio una gran ansiedad, pero a la larga puede convertirse incluso en depresión.  
Es importante mostrar atención a todos los modos de vida que nos rodean, porque todo esto tiene como finalidad el aprender a mirar y ver a la gente como realmente es y reconocer que todos somos iguales, solo con la diferencia de que vivimos vidas y oportunidades diferentes. Es difícil comprender los caminos y destinos al cual todos nos enfrentamos  desde que nacemos, el día a día, pero lo que sí está en nosotros es el cómo nos ofrecemos oportunidades entre nosotros  para cambiar las adversidades de la vida.
Nuestra independencia y nuestra autonomía, no nos desentiende de la sociedad, al contrario nos hace más responsables con las personas que no tuvieron las mismas oportunidades que nosotros.
Un ejemplo de lo que tratamos de decir es la película “Los Olvidados” (Luis Buñuel, 1950) en la cual el director hispano mexicano nos muestra de manera esplendida el resultado de la indiferencia hacia los demás, la ‘ausencia de mirada’ lleva a la sociedad al olvido, el no mirar no se traduce en la desaparición de la miseria al contrario, el alejamiento, el individualismo y el desinterés lo que originan es una sociedad fragmentada que día a día ensancha su brecha de la desigualdad social. Es un trabajo de sensibilización urgente porque estamos acostumbrados a ver pero no a visionar, a mirar no a observar, más allá de nuestra nariz hay muchas necesidades, algunas que ni si quiera pueden esperar a que termine el día, de otro modo no hay garantía de una vida sustentable, estaremos medianamente bien y seguros de nuestro hogar pero al salir la realidad dura y amarga seguirá ahí, no tendremos con quien convivir.
Si nosotros enfrentamos la realidad con optimismo y con madurez, podemos transformar nuestro entorno y ser parte de un cambio donde los productos ya no sean el fin de nuestra vida, sino por el contrario, que sean un medio que podamos compartir con los demás. Para lograr una mayor equidad social en primer lugar hay que identificar los proyectos de la realidad, en segundo lugar debemos dejar los reproches por el mal funcionamiento del país, y convertirnos nosotros mismos en la solución, más que preocupándonos, ocupándonos. Es posible un cambio visible y responsable de la sociedad, esto supone la generación de una sociedad civil exigente con sus autoridades pero también presente cuando se le necesitara en casos de contingencia social, ciertamente materializar nuestros derechos implica estar atentos respecto de las autoridades, pero también nosotros como ciudadanos debemos respetarlos y fomentarlos y el primer paso preservar la dignidad humana de los demás en todos los sentidos.
El Instituto de Investigaciones Jurisprudenciales y de Promoción y Difusión de la Ética Judicial ha iniciado en este año un Programa de Promoción del Compromiso Social que arrancó con una colecta de juguetes, Compar-T, para el 30 de abril entregados en San Bartolo de Tutotepec en el estado de Hidalgo, uno de los municipios más pobres de país, esté pendiente de otros eventos de este programa en nuestra página web:
http://www.sitios.scjn.gob.mx/instituto/
Informes al teléfono: (55) 4113 1000 ext. 6124 y 6150
Correos electrónicos:
LFigueroaJ@mail.scjn.gob.mx
jrnarvaezh@mail.scjn.gob.mx


martes, 8 de enero de 2013

Compromiso social de los servidores judiciales


Por José Ramón Narváez Hernández



Hablamos de un cambio de chip. Por muchos años la empleomanía llevó a pensar a algunas personas que un cargo público era un privilegio que debía gozarse. Hablar de compromiso significa como la propia etimología lo apunta, hablar de cargas, obligaciones y promesas que deben ser cumplidas.

El servicio público es de origen compromiso liso y llano, sin embargo vamos a dar unos argumentos extras, algunos ejemplos y planteamientos prácticos para contextualizar la necesidad de fomentar este compromiso.

Binomio poder-compromiso

Todo acto público presupone el ejercicio de un poder, incluso en términos jurídicos, como un mandato por el cual todo servidor público debe hacer lo que le está ordenado por la sociedad, no es sólo un compromiso moral, político o social, sino que tiene implicaciones jurídicas y cuya omisión o ejercicio deficiente puede llevar a determinadas sanciones. De ese modo podríamos decir junto con el tío Ben a su nieto Peter Parker quien se convertirá en el poderoso Hombre Araña, en la versión cinematográfica de Sami Raimi (2002): “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad” y es así, a mayor poder debería haber más compromiso.

La hipoteca social

Toda comunidad política tiene como presupuesto un ordenamiento que persigue como fin último la justicia, la cual debiera darse en las relaciones de uno a uno (justicia conmutativa) y de cada uno de los miembros respecto de la comunidad (justicia distributiva), de ese modo el vivir dentro de una comunidad supone un compromiso social, pero además resulta que por las diferentes historias de vida, la aspiración a la igualdad y la libertad debe ajustarse a una realidad en la que las diferentes oportunidades nos colocan en diferentes estratos sociales, culturales y económicos, sin embargo, esas oportunidades se dieron a costa de algo, los que logran acceder a estudios superiores lo hacen porque otros tienen que trabajar manualmente para producir la ropa y alimento que los otros utilizarán, y aunque cada uno gana según su aportación manual, técnica o intelectual, en una relación de justicia aritmética, también es cierto que para sustentar a la sociedad pesa sobre los que más ganan o más oportunidades han tenido, una hipoteca social, es decir, la comunidad política espera algún día recibir el beneficio de ese sacrificio que se hizo en lo colectivo y esto es de justicia social.

El compromiso social no se agota donando a la Cruz Roja

El compromiso social como todos los principios éticos, no se agota en unos cuantos actos, se trata de una actitud, de una regla de vida que debe estar presente en la toma de decisiones. No basta donar a unas cuantas instituciones o dar limosna por la calle, se trata de una mentalidad que lleve en todo momento a plantearse si cada uno de nuestros actos redunda en una justicia colectiva tangible. Ciertamente la cultura consumista e individualista nos obliga a pensar que “cada uno debe velar por sus intereses”, pero esta la atomización que impide lograr una vida pública sana, pues no existe en nuestra cultura una conciencia social, que lleve por una lado a apoyar a otros en una situación más desventajosa que la nuestra supliendo totalmente (subsidiariedad) o parcialmente (solidaridad) sus carencias. La clave es, diríamos, pensarse siempre como miembro de una colectividad y el que cada acto singular hace más justa o injusta la vida comunitaria de una sociedad.

Pongamos un ejemplo concreto:

¿Qué tipo de automóvil tengo?, ¿cuál es la razón por la que elegí esa marca y ese modelo?

Muchas veces adquirimos vehículos que hemos elegido por los supuestos beneficios que el vendedor nos ha ofrecido, somos presa fácil de la mercadotecnia: de ese modo hemos llegado a extremos de adquirir automóviles para terrenos difíciles pensando en una supuesta seguridad personal o para sentirnos más salvajes o libres ¿?. Peor aún,  otros compran un estatus social, pensando que el coche les da un significado a su existencia, los infelices, miserables e ignorantes peatones deberían permitir el paso al progreso, tiene automóvil quien pudo comprarlo, los otros por perezosos o tontos no lo tienen y frenan el avance social.

Un automóvil modesto y necesario para el traslado sería suficiente, hay quien sin embargo, es amante de los coches y hace ciertos sacrificios para comprar aquel que desea, pero muchos, muchísimos otros no podrán hacerlo, el compromiso social no supone regalarles coches a los demás, pero lleva a pensar si no sería posible hacer rondas, llevar de vez en cuando en el auto a algún conocido que no lo tiene, implicaría pensar si la misma ruta no puede realizarse en transporte público, etc. De todos modos, si se sigue pensando que el cargo es una especie de distinción honorífica entonces se necesitará no sólo un automóvil lujoso con chofer sino incluso una alfombra roja para el descenso.

Ciertamente en este planteamiento aparece otra cara del compromiso social que es la conciencia ecológica, no es sustentable el estilo de vida que tenemos, son demasiados automóviles que contaminan y tornan la vida urbana intolerable.

El mutualismo

Otro ejemplo clásico que materializa el compromiso social es la mutualidad, corporaciones y grupos sociales crean instituciones para solventar las necesidades de los más necesitados, de manera preventiva, es la base de lo que hoy se conoce como seguridad social. Y como finalmente se trata de una cuestión de ética y por tanto de prudencia, cada uno sabrá en qué medida puede apoyar a otros en lo económico o en lo personal, dentro y fuera del área de trabajo, algún préstamo para que alguien solvente una urgencia, apoyar a alguien con alguna necesidad específica, traerle algo de comer cuando no puede salir por la carga de trabajo, ayudarle a cambiar el neumático a una persona con dicho problema, etc. Insistimos, se trata de una actitud, las formas de ayudar a otros pueden multiplicarse al igual que los pretextos para no hacerlo.

El compromiso social en la función judicial dura

Quizá el tema más complejo respecto del compromiso social como principio de la ética judicial es el cómo actualizarlo a través de las decisiones judiciales. Es claro que un juez tiene mayor responsabilidad social en tanto que sus decisiones materializan la justicia, pero no sólo en el caso que le ocupa que sería la justicia conmutativa, sino que esa decisión incide necesariamente en el orden jurídico haciéndolo más o menos justo, aportando o demeritando la justicia social, pero nuevamente aquí se trata de un cambio de actitud, si toda persona involucrada en la toma de decisiones judiciales tiene presente que existe su trabajo repercute siempre en los social entonces tendría que introducir en sus razonamientos criterios que le hicieran responder a ese compromiso social, y social no significa con la institución para la que trabaja, ni si quiera por razones de Estado, o para sustentar un tipo de gobierno, se trata de consideraciones que favorezcan a la mayoría y aun mejor a los más necesitados, consideraciones que lleven a fomentar en lo material o en lo performativo un mayor equilibrio entre los miembros de una colectividad, se trata de una responsabilidad hermenéutica, es decir, hacerse cargo de las propias decisiones sin deslindarse ya sea porque se diga que sólo se aplica el derecho, o escudándose en una supuesta seguridad jurídica.

El compromiso social en este rubro lleva necesariamente a cuestionarse los propios prejuicios (objetividad como principio ético) pues al formar parte de una élite que ha accedido a una formación profesional, que ha tenido oportunidad de ocupar un puesto público, etc., implica ciertos condicionamientos sociales que llevan a una interpretación específica de la realidad, por eso el compromiso social como los otros principios éticos, suponen una revisión constante por cada uno de nosotros, por cierto ¿cuál es el precio actual de un kilo de tortillas?

Algunas recomendaciones literarias y cinematográficas

A propósito de nuestra pérdida de la conciencia social

Gilles Lipovetzky, La era del vacío, Anagrama, Madrid, 2008 (También puede leerse de este autor.- El crepúsculo del deber: la ética indolora de los nuevos tiempos democráticos, Anagrama, Madrid, 2008; y La felicidad paradójica, Anagrama, Madrid, 2010.)

Para el cine aconsejamos:

Amelie (Le fabuleux destin d'Amélie Poulain, Jean-Pierre Jeunet, 2001)

Una fábula donde una muchacha común y corriente se plantea el propósito de ayudar a los que la rodean, logrando hacer más amables sus vidas y en otros casos trastornándolas, pero partiendo de su compromiso social y amor por la vida y lo cotidiano.